Nuestro viaje arqueológico a la Córdoba califal empezará, con nuestro Arqueología e Historia n.º 22: al-Ándalus omeya, recorriendo las murallas occidentales de la ciudad por la calle de Cairuán, murallas que reutilizan elementos romanos y visigodos. Alcanzaremos la actual puerta de Almodóvar, en su mayor parte reconstruida en época cristiana (siglo XIV) aunque sobre la islámica llamada Bad al-Yawz, única superviviente del recinto con nueve entradas de ‘Abd al-Rahmân I. El puente romano al sur sobre el Guadalquivir siguió en uso y se reforzó durante la etapa omeya controlando su paso a través de la actual torre de Calahorra, muy reconstruida en época cristiana y en cuyo interior hoy día se puede visitar el Museo Vivo del al-Ándalus centrado en Córdoba como ejemplo de convivencia de las tres culturas: la islámica, la judía y la cristiana. Muy cerca del puente, en la margen derecha del Guadalquivir se conserva el molino de Albolafia mandado construir por ‘Abd al-Rahmân II en el siglo IX para elevar el agua del río hasta el palacio de los emires a través de un ingenioso acueducto. Parte del llamado acueducto de Valdepuentes de origen romano reutilizado en época islámica se puede observar en el pequeño tramo conservado en el norte de la ciudad en la actual glorieta de Santa Beatriz y en el puente que salva el arroyo del mismo nombre.
La mezquita aljama de Córdoba, parada obligada en nuestro viaje arqueológico a la Córdoba califal, resume la evolución completa del arte omeya además de superponerse a estos los estilos cristianos del gótico, el renacentista y el barroco con la construcción en el interior del edificio de la actual catedral. Consta de dos zonas diferenciadas, el patio o sahn donde se levanta el alminar, inaugurado en el 756 por el primer califa ‘Abd al-Rahmân III; y la sala de oración o haram que se levanta como un bosque de columnas con arcos bicolores de herradura sobre los que se disponen arcadas semicirculares. Sucesivas ampliaciones desde la segunda mitad del siglo VIII a principios del XI, principalmente de la sala de oración, le dieron su forma actual. El alcázar omeya, englobaría una gran área que incluiría el alcázar cristiano y el palacio episcopal, en cuya base se pueden apreciar los muros y torres del edificio palatino original. En la plaza del Campo Santo de los Mártires se exhumaron las ruinas de los baños califales más importantes de la ciudad construidos por al-Hakam II a mediados del siglo X. Al sur del complejo del alcázar estaba la puerta principal de Bab al-Sudda, con una azotea-mirador desde donde los gobernantes contemplaban en la explanada hasta el río las paradas militares y ajusticiamientos públicos. Al-Hakam II construyó un pasadizo elevado o sabat que comunicaba directamente el alcázar con la mezquita aljama, heredero de otro anterior que estaba más al norte.
Otros baños árabes visitables son los llamados de Santa María conservados en parte de una vivienda actual en la calle Velázquez Bosco. Fueron construidos en época ya mudéjar pero sobre un lavatorio del siglo X relacionado con la cercana mezquita aljama. Se pueden recorrer el vestuario y las salas fría y caliente, conservándose galerías originales con arquerías de herradura, capiteles califales y hasta un aljibe elíptico de más de diez metros de profundidad. De las antiguas mezquitas menores o de barrio perviven bajo iglesias actuales como la de San Nicolás de la Villa, San Lorenzo o San Andrés o las más visibles en su alminar-torre de la iglesia de San Juan o del convento de Santa Clara, ambos del siglo X. De este mismo tipo contamos con las mezquitas de los arrabales como las que se encuentran bajo las actuales iglesias de San Lorenzo o Santiago, esta última con el alminar-torre datado más antiguo en el siglo IX, aún visible.
Antes de seguir nuestro viaje arqueológico a la Córdoba califal más allá de los muros de la medina debemos hacer nuestra visita al Museo Arqueológico de Córdoba, donde podremos admirar la riquísima colección de arte islámico en su segunda planta con restos arquitectónicos como basas y capiteles o yeserías así como objetos de metal en su mayoría bronces, orfebrería y una magnífica colección numismática.
De los arrabales se sabe que llegó a haber hasta veinte –al este el de al-Sarquiyya (hoy Axerquía), al oeste el de al-Garbi (el actual Algarbe), y al sur el de Saqunda (Campo de la Verdad)–. El territorio circundante lo constituían las almunias o explotaciones agrarias tanto en la vega como en la sierra. Es el caso del barrio califal recuperado en el yacimiento de Cercadilla o la almunia de al-Rusafa, al noreste de la medina, donde ‘Abd al-Rahmân I empleó por primera vez un diseño similar de su abuelo Hishâm en Siria. En la orilla derecha del Guadalquivir estaba la almunia de al-Naura en el actual Cortijo del Alcaide, de cuyos restos podemos visitar la alberca del Cañito de María Ruiz de medias dimensiones con hilada de arcos de ladrillo entrecruzados en el muro sur y capa de revestimiento hidráulico pintado a la almagra. Más cerca de la ciudad al oeste se conoce la almunia de El Fontanar, donde se prevé un parque arqueológico, con un gran edificio de carácter residencial del siglo IX con varias transformaciones hasta el siglo XI en una superficie de 8000 m2. Asociado con el camino de los Nogales se llegaba por el noroeste desde Córdoba a la almunia de Turruñuelos, para desde allí seguir a Medina Azahara, punto final de nuestro viaje arqueológico a la Córdoba califal.
Entre los puentes que cruzaban los arroyos de la zona, el de Vallehermoso está desaparecido, pero se conservan los puentes de Cantarranas y el de los Nogales. El primero con una bóveda de cañón y el segundo con tres bóvedas de herradura. Al pie de la sierra entre Córdoba y Medina Azahara se encuentra la cantera de Santa Ana de la Albaida con al menos seis explotaciones y una cámara larga de entrada y salida para animales de carga. En el siglo X asistimos a la fundación de la nueva ciudad palatina de Medina Azahara, fundada por el califa ‘Abd al-Rahmân III en el 936, verdadera capital y sede del poder político omeya desde entonces. Toda la residencia palatina se vertebra a través de patios pero el salón del trono se abre escenográficamente a un jardín con albercas y canales. Se debe acompañar la visita del Museo de Medina Azahara, donde se podrá admirar una colección permanente con piezas arquitectónicas y objetos de grandísima calidad. El conjunto fue marginado por Almanzor que fundó otra ciudad palatina llamada Medina al-Zahira o Azahira (fuera del mapa), que algunas propuestas recientes sitúan en el margen derecho del Guadalquivir. El yacimiento de Las Pilas se localiza a escasos metros al oeste y cuenta con cuatro cisternas una con sendos ábsides, vinculados a una almunia. A dos kilómetros más al oeste se ha identificado otro enclave agropecuario o almunia de Alamirilla o al-Rummaniyya (fuera del mapa) primero interpretada de época de Almanzor y de la que hoy sabemos perteneció a Durrir al-Sagir, tesorero de al-Hakam II, y que fue regalada al califa junto a sus pertenencias en el 973. El conjunto está formado por estructuras de habitación aneja a una alberca de grandes dimensiones que servía para regar las tres terrazas del complejo agropecuario.
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